«Pero la justicia que es por la fe dice así: No digas en tu corazón: ¿Quién
subirá al cielo? (esto es, para traer abajo a Cristo); o, ¿quién descenderá
al abismo? (esto es, para hacer subir a Cristo de entre los muertos). Mas
¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la
palabra de fe que predicamos»
(Romanos 10:6-8).
“Si Dios me ama, ¿por qué no me sana? Si Dios en realidad tiene cuidado de mí, ¿por qué no me ayuda a salir de esta crisis financiera?”.
Todos hemos escuchado a algunas personas formularse esas preguntas. Quizá hasta nosotros las hayamos preguntado. Sin embargo, en la Biblia hallamos respuestas claras a estas interrogantes. Nos enseña que Dios nos ama tanto que, a través de Jesús, Él ya se encargó de esas necesidades por nosotros. Él ya proveyó la sanidad y la liberación, incluso antes de que las necesitáramos. Luego, nos lo hizo saber por medio de Su PALABRA, a fin de que podamos recibir Su provisión cuando la necesitemos, sólo debemos depositar esa PALABRA en nuestro corazón y en nuestra boca.
Para mí, ¡eso es emocionante! Quiere decir que no tengo que pedirle a Dios que me sane, pues Él ya estableció: «… por cuya herida fuisteis sanados» (1 Pedro 2:24). No tengo que tratar de convencerlo de que me ayude con mi situación financiera, pues ya la resolvió: «Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús» (Filipenses 4:19).
Ante esa verdad, usted podría argumentar: “A lo mejor sea así, pero podría recibir más, si Jesús mismo viniera y se me apareciera. Tendría más fe si Él me diera algo más que sólo Su PALABRA”.
No, no es necesario que lo haga. Pues en la Biblia se nos ensaña que la fe viene por oír la PALABRA de Dios, y no por ver a Jesús en persona. Tampoco la recibimos si experimentamos un espectacular milagro sobrenatural. Cuando descubrí por primera vez esas verdades, el Señor me hizo ver que Sus palabras siguen teniendo la misma autoridad cuando las leo en la Biblia; pues es como si Jesús mismo se presentará en mi habitación, y me las dijera con Su propia boca. La Palabra de Dios siempre conlleva un poder creativo.
Si usted permite que ese poder creativo entre a su corazón y se exteriorice por su boca, fortalecerá su vida. Pues le proveerá todas las cosas que con tanto amor Dios desea suplirle. Seré muy sincera con usted: Lo único que puede impedir que reciba las promesas de Dios, es la pereza o la incredulidad.
Por tanto, a partir de hoy determine que no dejará que la pereza ni la incredulidad lo detendrán. Decida que nunca contristará la gracia y el amor de Dios al resistirse a recibir Su provisión. Deposite Su PALABRA en su corazón y en su boca. Reciba por fe todas las buenas dádivas que Él tiene para su vida.