«A los ricos de este mundo, mándales que no sean arrogantes ni pongan su esperanza en las riquezas, que son tan inseguras, sino en Dios, que nos provee de todo en abundancia para que lo disfrutemos. Mándales que hagan el bien, que sean ricos en buenas obras, y generosos, dispuestos a compartir lo que tienen.»
(1 Timoteo 6:17-18, NVI)
Dios nos creó a Su imagen; por tanto, poseemos Su misma semejanza plasmada en nuestro interior. Su imagen de dar se encuentra profundamente arraigada en nuestro ser. Por eso, dar es una de las necesidades básicas espirituales que tenemos. Debemos dar —y la necesidad de dar que se encuentra en nuestro interior es más grande que la de guardar—.
Observe que la clave para disfrutar de todas las cosas que Dios nos ha otorgado, se mencionan en 1 Timoteo: «…Ser ricos en buenas obras, y generosos, y dispuestos a compartir lo que tienen…».
Actuar como las personas que se aferran a lo que han acumulado en esta Tierra, a fin de guardarlo para su propia seguridad, su jubilación o “bajo su almohada”, etc.; es atarse a una mentalidad terrenal. En la Biblia se le denomina a esa clase de gente: los ricos de este mundo. Jesús manifiesta que esa clase de riquezas son inciertas y corruptibles.
Es obvio que Jesús no condena que se tengan cuentas de ahorro, o algo parecido, sino la mentalidad de aferrarse a todo lo que se posee, lo cual no muestra fe alguna. Esa creencia no es el elemento principal en Filipenses 4:19: «Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús».
En la forma de pensar del mundo el dinero no vale, a menos que haya temor. Por ejemplo, el temor afirma: “He trabajado duro para esto. No tendré otra oportunidad para adquirir todo esto otra vez, así que mejor lo retendré tanto como me sea posible… porque uno nunca sabe…”.
Entonces el temor no da porque el deseo de guardar predomina sobre la necesidad de dar; y esto es a causa de que la fe se establece sobre riquezas inciertas. En toda su vida, jamás ha tenido tan poco, como el hecho de tener tanto dinero y temer gastarlo.
La fe, por otro lado, declara: “Recibí todas estas riquezas al creerle a Dios; y mientras Él se encuentre cerca, siempre obtendré más”.
La fe no debe aferrarse a todo lo que ya adquirió. La fe da con generosidad… pues ésta no depende de lo que ya tiene.
Entonces ¿cómo maneja su dinero? ¿En fe o en temor? Dé en fe, con generosidad. Ofrende de usted mismo, de su tiempo, de sus talentos y de su dinero. Dé cómo una expresión de lo que usted en realidad es… alguien creado a la misma imagen de Dios… ¡Él más grande dador de todos!