«Porque siete veces cae el justo, y vuelve a levantarse; mas los impíos caerán en el mal. Cuando cayere tu enemigo, no te regocijes, y cuando tropezare, no se alegre tu corazón; no sea que Jehová lo mire, y le desagrade, y aparte de sobre él su enojo.»
(Proverbios 24:16-18)
Si estamos viviendo en amor nunca nos alegraremos por el fracaso de alguien más, incluso si los que fracasan son personas impías y pecadoras. No debemos sonreír de satisfacción cuando escuchemos que la persona que destruyó el matrimonio de nuestro mejor amigo, ahora se está divorciando. Cuando los políticos corruptos caen y fracasan, no debemos estar entre los que hacen bromas acerca de ellos. Incluso cuando los criminales y terroristas, quienes nos afectaron y le causaron serios daños a nuestra nación, fueron destruidos, el amor nos librará de regocijarnos de esas cosas.
Todos necesitamos recordar esto, pues esas cosas suceden. La Biblia deja en claro que el impío siempre terminará mal. Las personas que insisten en vivir en pecado e ignoran la advertencia de Dios, con el tiempo caerán en calamidad. En Salmos 73:18-19, el SEÑOR nos declara: «Ciertamente, los has puesto en deslizaderos, en asolamiento los harás caer. ¡Cómo han sido asolados de repente! ¡Perecieron, se consumieron de terrores!».
Sin embargo, cuando ese terror venga, en 1 Corintios 13:6 se nos afirma que el amor no se regocijará de eso. El amor no celebra las derrotas de nuestros enemigos. Al contrario, éste provoca que oremos por ellos y declaremos: Padre, perdónalos, no sabían lo que hacían.
¿Acaso Jesús no actúo de esa manera? Él tuvo compasión de quienes lo crucificaron. Pues sabía que ellos fueron manipulados por las tinieblas. Aunque ellos se dispusieron a ser instrumentos del diablo, Jesús los perdonó.
Ésa es la manera de ser de Dios. Incluso si lo insultamos, y si hablamos mal de Él; si nos arrepentimos, Él nos perdona, y no guarda rencor contra nosotros. El SEÑOR tiene misericordia de nosotros al permitirnos recibir a Su hijo como nuestro Salvador, a fin de que tengamos una vida completamente nueva.
Como hijos de Dios, debemos actuar de la misma manera. Necesitamos tener misericordia del pecador, hasta que dé su último suspiro. Cuando los veamos cosechar el trágico fruto de su mala manera de vivir, deberíamos pedirle a Dios que les dé un espíritu de arrepentimiento, creyendo que podrán escapar de la trampa del diablo. ¿Quién sabe cuántas oraciones de ese tipo han sido respondidas? ¿Quién sabe cuántos impíos en sus últimos segundos de vida invocaron el nombre del Señor, y han sido salvos pues algún santo de Dios escogió el camino del amor y la oración?