«Acontecerá que si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, para guardar
y poner por obra todos sus mandamientos que yo te prescribo hoy, también
Jehová tu Dios te exaltará sobre todas las naciones de la tierra. Y vendrán sobre
ti todas estas bendiciones, y te alcanzarán, si oyeres la voz de Jehová tu Dios»
(Deuteronomio 28:1-2).
Cuando guardemos el mandamiento del amor de Dios, no tendremos por qué perseguir LA BENDICIÓN. ¡Porque ésta nos alcanzará! Mientras nos ocupemos de buscar a Dios —averiguando qué desea Él que realicemos… por quién desea que oremos… a quién debemos animar… dónde desea Él que sembremos nuestros talentos y nuestros recursos—; literalmente, LA BENDICIÓN vendrá sobre nosotros y nos alcanzará.
Por experiencia, se lo puedo asegurar, las BENDICIONES que nos alcanzan son las mejores. Incluso son mejores que las que obtenemos cuando luchamos y nos esforzamos, ya que LA BENDICIÓN que Dios envía sobre su vida, va más allá de todo lo que pueda soñar para usted.
Años atrás, Gloria y yo comprendimos la magnitud de esa revelación, cuando el SEÑOR comenzó a BENDECIRNOS con algunos automóviles impresionantes. No habíamos utilizado nuestra fe para recibir automóviles costosos. En ese época, yo conducía una camioneta, la cual estaba en perfecto estado, y me gustaba mucho. Sin embargo, durante una de nuestras reuniones, una persona se me acercó y me entregó las llaves de un flamante Mercedes-Benz. Estuve agradecido por ello, pero no sabía cómo llegue a recibirlo. No había orado para recibir ese automóvil, tampoco realicé una confesión relacionada con ese automóvil. Pero lo recibí.
Y como si eso no fuera suficiente, al volver a casa después de una de esas mismas reuniones, había otro automóvil parqueado en la entrada de la casa. De pronto, ¡mis automóviles valían más que mi casa! Estaba tan sorprendido que hablé con el Señor, y le pregunté: ¿Qué está sucediendo aquí?
Entonces, Él me recordó todos los automóviles que había regalado (cuando Gloria y yo hicimos un recuento, nos percatamos de que hasta ese momento, habíamos sembrado casi diecisiete automóviles, siete camionetas y siete aviones). Y Dios me dijo: Tú obedeciste Mi mandamiento. Cumpliste lo que te pedí en el ámbito de la siembra, y Mi BENDICIÓN te alcanzó. ¡Así que disfrútala!
Cuando sembré esos medios de transporte, no me percaté de que eran mi semilla. Tampoco había estado en la presencia de Dios orando: “He obsequiado esos automóviles y esas camionetas como semilla, así que será mejor que te encargues de que obtenga mi cosecha”. No, ni siquiera pensé en orar de esa manera. Sólo me mantuve a la expectativa de que Él supliría mis necesidades de acuerdo con Sus riquezas en gloria.
Al final, comprendí que lo que Dios decidiera hacer era asunto de Él —no mío—. A mí me corresponde amar a las personas, predicar la PALABRA, cuidar al Cuerpo de Cristo y ganar almas para Jesús. Si me ocupo en llevar a cabo estas actividades, siempre viviré en LA BENDICIÓN.