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marzo 22, 2014

Es hora de refugiarnos (por Gloria Copeland)

3-14_gloriaCada día que pasa, estoy más contenta de que Dios haya provisto para su gente un lugar de refugio. Además, estoy sumamente consciente que mejor nos aseguremos de permanecer en ese lugar las 24 horas del día, los siete días de la semana.

Vivimos en  tiempos  peligrosos, y el final de esta era se aproxima rápidamente;  lo que los profetas han estado declarando desde que la Biblia fue escrita, está cumpliéndose: La luz de Dios está brillando cada vez más, y las tinieblas del diablo se oscurecen día tras día.

El pecado hoy está fuera de control. Algunas veces me asombra ver cuánto ha incrementado la maldad en el tiempo que llevo de vida. Cosas que eran impensables cuando yo crecía, hoy en día son las más comunes.

Muchas personas tienen la idea que el pecado no es una gran cosa. Piensan que deberíamos ser más tolerantes. Algunos han llegado al punto de estar orgullosos de él, y lo exhiben ante Dios impunemente.

Si has leído la historia de la Biblia,  sabes que hacer eso no es algo muy inteligente. Sólo aumenta el nivel de violencia y peligro culturales; le abre la puerta a la calamidad, la destrucción, y por último al juicio divino.

Quizá lo que diga no es algo popular en estos días, pero sin embargo, voy a decirlo: el pecado no está bien. El pecado acarrea consecuencias con él.

Cualquiera que piense lo contrario, necesita estudiar lo que le sucedió a Sodoma y Gomorra. Esas ciudades ya no existen; tu y yo no podemos ir allí de vacaciones, ni disfrutar una gira en los museos de antigüedades. Esas ciudades desaparecieron. Dios tuvo que juzgarlas y destruirlas, pues, si hubiese permitido que dicha maldad continuara creciendo, habría contaminado al mundo entero. Hubiera oscurecido los corazones de futuras generaciones e impedido que Dios las alcanzara.

Aunque el mundo aún no ha llegado hasta ese punto en nuestros días (y no creo que llegue mientras la iglesia continúe en la Tierra predicando el evangelio y viviendo para Jesús), el pecado claramente está teniendo un efecto negativo en este planeta. La Tierra tiene un límite para soportar cierto grado de maldad antes de que ésta se revele y se comiencen a multiplicar los terremotos, incendios, hambrunas, y las plagas. Por esa razón, mientras más nos acerquemos al final de esta era, más peligroso se pondrá el mundo.

Tú puedes estar seguro y protegido

“Bueno Gloria” tu podrías decir, “estás haciendo que las cosas luzcan de verdad tenebrosas”.

Lo sé, y en realidad sería tenebroso  si no fuera por lo siguiente: Como creyentes, Dios ha provisto protección para nosotros. Él nos ofrece un refugio en contra del peligro de este mundo.

Si aceptamos la oferta que Dios nos hace, entonces podemos ser como el hombre del Salmo 91 que mora en el lugar secreto del Altísimo.  Podremos decir con confianza: “El Señor, Él es mi refugio y mi fortaleza, mi Dios, en quien me apoyo y dependo, y en Él [con seguridad] confío” (versículos 1-2, AMP).

Un refugio es algo maravilloso, pues  provee un lugar seguro aún en medio de la destrucción más devastadora.

¿Has visto fotos viejas de la segunda guerra mundial donde las personas se amontonaban en refugios bajo tierra para protegerse de las bombas? Bueno, esa es una buena ilustración de lo que un refugio puede hacer. Puede protegerte, y literalmente salvar tu vida cuando la maldad y la violencia están estallando a tu alrededor.

En los momentos de tribulación, incluso un refugio natural puede ser una gran bendición. Pero, un refugio sobrenatural —la clase que Dios provee para nosotros —, es aún una mayor bendición. A diferencia de un refugio natural, en el lugar secreto del Altísimo siempre habrá suficiente lugar. Dios nunca te rechazará, ni te dirá que ya no hay espacio para ti. Él nunca dirá: “Mi refugio está lleno”.

¡Dios es grande! Es suficientemente grande para cubrir a todos lo que vienen a Él. Él es tan grande, que puede mantenernos cubiertos de manera continua por Su bondad, a fin de que sin importar el lugar donde estemos podamos decir lo mismo que dijo David en 2 Samuel 22:2-3: «…Jehová es mi roca y mi fortaleza, y mi libertador;

Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré; mi escudo, y el fuerte de mi salvación, mi alto refugio; salvador mío; de violencia me libraste».

La obediencia importa

Si alguien necesitó refugiarse alguna vez contra la violencia, ése fue David; en el transcurso de su vida enfrentó muchas cosas. Tuvo que pelear contra el león y el oso cuando atacaron las ovejas de su padre. Tuvo que sin ayuda matar al gigante asesino, Goliat. Pero el pudo hacer todo sin miedo, gracias a que tenía esta revelación: «…el SEÑOR [es]…Misericordia mía y fortaleza mía, mi baluarte y mi libertador, escudo mío en quien me he refugiado…» (Salmos 144:1-2, LBA).

Mira una vez más las tres últimas palabras. Las resalté para darles más énfasis porque son especialmente importantes. Ellas nos dejan saber que el poder del refugio de Dios no cae sobre nosotros como cae una manzana de un árbol. Hay algo que tenemos que hacer para apropiarnos de ese refugio. Necesitamos activamente “tomar refugio” en Dios.

¿Cómo lo hacemos? ¡Por Fe!

La fe es la clave para recibir todo lo que Dios nos ofrece. Es como recibimos el nuevo nacimiento, la sanidad y la prosperidad. Y como la fe viene por el oír la Palabra de Dios, para tener fe en nuestro refugio lo primero que debemos hacer, es buscar lo que la Palabra de Dios nos dice acerca de éste. Debemos alimentarnos de las promesas de protección de Dios, hasta que todo el temor sea erradicado de nuestro corazón.

Luego, de acuerdo con Romanos 10:10, confesamos lo que creemos. Hablamos como David lo hizo, diciendo cosas como: “Estoy protegido en el lugar secreto del Altísimo, quien me protege de la violencia. Él es mi refugio, mi defensa y mi ayuda en tiempos de tribulación”.

Kenneth y yo predicamos con frecuencia acerca de la fe y las palabras, así que si nos escuchas frecuentemente, ya sabes la importancia de ellas. Pero, no sólo basta con ellas. No es solamente lo que crees y lo que dices lo que importa; tus acciones son importantes también.

Si quieres permanecer protegido en el refugio de Dios,  debes obedecerle. Tienes que hacer lo que te dice que hagas en Su Palabra escrita y por medio del Espíritu Santo en tu interior. De otra forma, estarás abriéndole la puerta al diablo; y el ganará entrada en tu vida y pondrá en riesgo tu seguridad.

Lo que voy a decir te hará pensar, pero no es más que la verdad. Aunque seamos creyentes — nacidos de nuevo y lavados con la sangre de Jesús—, si queremos vivir en el lugar secreto de protección de Dios, debemos estar firmes y constantes en nuestro caminar con Él. No podemos un día estar en fuego, y recaer al siguiente día. No podemos ser tibios, actuando como santos el día domingo, y como pecadores el día lunes. «…porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor» (Santiago 1:6-7).

Viviendo en medio del peligro

Ésa es una razón por la que en mi propia vida enfatizo mucho dedicarle tiempo a de la Palabra de Dios. La Palabra fortalece mi fe, y  me mantiene espiritualmente estable. Me corrige cuando me equivoco y me enseña a vivir como le agrada a Dios.

Hace 50 años solía hacer y decir cosas sin convicción, cosas que no haría, ni diría hoy porque he pasado tiempo en la Palabra de Dios. Y como resultado, lo conozco más a Él y a sus caminos. He aprendido más acerca de lo que debo y no debo hacer y decir.

¿Sabes qué más he aprendido al dedicarle tiempo a la Palabra? He aprendido que Dios es totalmente bueno y que quiere lo mejor para mí. Pero, si elijo ir en dirección opuesta a la suya, entonces estoy tomando mi vida en mis propias manos. Estoy dirigiéndome hacia los problemas; pues así como obedecer Sus mandamientos nos lleva a LA BENDICIÓN, reusarnos a seguir su dirección nos lleva a la maldición.

La desobediencia a la Palabra de Dios es la puerta abierta a todo lo malo. Es por eso que Santiago 1:22 dice: «Pero sed hacedores de la palabra, y no tan sólamente oidores…». Los cristianos que son sólamente oidores, viven en un territorio peligroso. No obstante, los hacedores viven con seguridad y protección.

Yo quiero ser una hacedora de la Palabra, ¿y tú? Quiero hacer todo lo que pueda para vivir en obediencia al Señor. Quiero pensar como la Biblia dice que debo pensar. Quiero hablar como la Biblia me dice que debo hablar, y actuar como la Biblia me dice que debo actuar. Quiero habitar en el lugar secreto del Altísimo para poder estar segura y protegida en los tiempos de juicio y tribulación para mi nación.

Quiza preguntes: “¿Gloria, estás diciendo que nuestra nación se dirige hacia el juicio?”. Ese no es el punto principal; pero admito que es posible. Después de todo, la Biblia nos dice claramente que las cosas se pondrán muy mal en la Tierra antes de que Jesús venga. Personalmente, estoy orando para que antes de que lo peor venga, nuestra nación despierte en el Señor y experimente un gran avivamiento. Luego el rapto (arrebatamiento) puede venir y Dios puede llevarnos con Él.

Pero, a pesar de cómo acontezca, sin importar qué tan difícil se ponga antes de irnos al cielo; si Dios es tu refugio, no tienes por qué preocuparte. Proverbios 3:25-26, nos dice: «No hay por qué temer la calamidad repentina ni la destrucción que viene sobre los perversos, porque el SEÑOR es tu seguridad…» (NTV).

Como personas justas, tú y yo podemos sobrevivir al juicio nacional o cualquier otro tipo de peligro. Podremos atravesar los tiempos más difíciles, y terminar más BENDECIDOS que nunca. Si quieres ver una imagen de cómo esto pasa, lee en el libro de Éxodo la historia de lo que Dios hizo por los niños de Israel la noche antes de sacarlos de Egipto.

¡Ese sí que fue un tiempo de juicio sobre una nación!. En esa noche, todos los primogénitos de Egipto murieron a causa de la rebeldía contra Dios. Pero en medio de todo eso, el Señor protegió y prosperó a Su pueblo, cumpliendo la promesa que les hizo en Éxodo 11:7: «Pero contra todos los hijos de Israel, desde el hombre hasta la bestia, ni un perro moverá su lengua, para que sepáis que Jehová hace diferencia entre los egipcios y los israelitas».

Dios hace lo mismo por Su gente hoy, Él hace diferencia entre justos e injustos.

Quizás alguien diga: “Bueno, no creo que eso sea justo”. Sí lo es. ¡Es absolutamente justo! Cualquiera que se lo proponga puede hacer lo que Dios dice. Cualquiera puede arrepentirse y recibir su perdón. Cualquiera puede recibir a Jesús como su Señor, ser nacido de nuevo, y empezar a obedecer la Palabra y refugiarse en Dios. Jesús dijo: «…y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente» (Apocalipsis 22:17). Eso significa que es nuestra elección recibir o no la justicia de Dios, y tomarlo a Él como nuestro refugio. También es nuestra decisión permanecer en ese refugio día tras día.

Si optamos por no refugiarnos en el, y si elegimos salirnos de la protección de nuestro pacto con Dios, viviendo en desobediencia a la Palabra, Dios no podrá ayudarnos. Él tratará de corregirnos, pero, si nosotros lo ignoramos e insistimos en ir por nuestro propio camino, sufriremos las consecuencias y no nos gustarán.

Piensa una vez más en la noche de la Pascua en Egipto, y sabrás a qué me refiero. Antes de que llegara la plaga, Dios les pidió a los israelitas que untaran la sangre del cordero en los dinteles de las puertas, y luego ir adentro de sus casas: «…y ninguno salga de las puertas de su casa hasta la mañana» (Éxodo 12:22).

¿Qué crees que le hubiera sucedido a un primogénito de los israelitas, si hubiera tomado la decisión de ir afuera a la media noche e ignorar las instrucciones de Dios?. El hubiera muerto —y esto hubiese sido su propia responsabilidad, pues él decidió desobedecer. El decidió salirse de la protección de la sangre, al ignorar la Palabra de Dios—.

Mi amigo y compañero creyente, no tomemos esa clase de decisiones en estos tiempos peligrosos. Seamos más serios que nunca con la Palabra de Dios. Pongamos nuestra fe en Dios como nuestro refugio, deshagámonos de la basura en nuestra vida y hagamos lo correcto.

Así, estaremos seguros sin importar lo que suceda a nuestro alrededor. No sólo sobreviviremos, sino que también prosperaremos… en el lugar secreto del Altísimo.

Texto extraído de: Revista LVVC – Edición marzo 2014, página 27