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septiembre 2, 2014

El secreto para triunfar (por Gloria Copeland)

8-14_gloria-classicDe ahora en adelante, quiero que dejes de pensar en la Biblia como si fuera un libro de cuentos, relatos religiosos, o un simple libro de historia. Deseo que empieces a verla como un manual de vida. Eso es lo que realmente es la Biblia. Es la sabiduría del Dios todopoderoso escrita, a fin de que tú puedas aplicarla en tu diario vivir, y en cada circunstancia.

Si la lees de manera constante y la pones en práctica, ésta te convertirá en un ganador; no sólo de vez en cuando, ni en ciertas áreas, sino cada día y en cada área de tu existencia.

¿Suena demasiado bueno para ser verdad?

No te fíes sólo de mi palabra, y permítele al Señor que hable por Sí mismo. En proverbios 4:7-8, Él dijo:

«La habilidad, y la buena sabiduría es lo principal… Estimen la sabiduría y engrandézcanla; y ésta los exaltará, los promoverá y los honrará cuando la abracen».  (AMP)

Sé precavido; esta promesa no se refiere a aquellos que anhelan un poco de la Palabra en su vida sólo cuando se encuentran en apuros. Está hablando de quienes están dispuestos a ponerla en primer lugar día tras día.

Lee una vez más la primera parte del versículo anterior: “La habilidad, y la buena sabiduría es lo principal”. Según este pasaje bíblico, tú tienes que establecer la Palabra como lo más importante en tu vida. En vez de satisfacerte con sólo darle un vistazo, tendrás que desarrollar una pasión por ella. Deberás estimarla en gran manera, poniéndola siempre antes que cualquier otra actividad.

Cuando lo hagas, Dios promete que la Palabra te exaltará, te promoverá y te honrará. ¿Qué más se podría pedir?

Existen dos formas muy prácticas para hacerlo.

Primero, planifica tu horario ajustándolo al tiempo que inviertes en la Palabra; en lugar de intentar que tu tiempo en la Palabra se ajuste a tu horario. Cuando hagas mentalmente tu plan diario, de forma automática aparta el tiempo para estudiar primero la Palabra.

Sé por experiencia el impacto que puede ocasionar en tu vida. Hace unos 45 años escuché a un gran hombre de Dios, el hermano Oral Roberts, decir que el Señor le había dado la instrucción de leer los Evangelios y el libro de Hechos tres veces en 30 días, a fin de recibir mayor revelación acerca de Jesús. Éso me inspiró a hacer lo mismo.

Yo sabía que el Señor deseaba que iniciara de inmediato, pero ese momento no podía ser más inoportuno.

Acabábamos de mudarnos a Tulsa para que Kenneth pudiera asistir a la Universidad de Oral Roberts. Todo en nuestra casa estaba de cabeza, y ni siquiera habíamos terminado de desempacar.

Y además, debía cuidar a mis hijos. Ambos estaban en edades que demandaban de mucha atención. Kellie tenía 3 años, y John nueve meses. Cuando querían algo no podían esperar 30 minutos, y mucho menos 30 días.

Me preguntaba, ¿De dónde sacaría el tiempo?

Sin embargo, yo estaba firme. No importaba cuánto me costara, iba a leer los Evangelios y Hechos tres veces en 30 días.

Calculé cuantas hojas necesitaba leer por día en mi Biblia Amplificada. Eran aproximadamente más de cuatro horas diarias. Cuando los niños se dormían era el momento que más podía leer, así que apartaba tiempo tres veces al día. Comenzaba a las 5:30 a.m., y leía hasta que toda mi familia se levantaba. Cuando los niños se acostaban a la siesta, volvía a leer. Luego por la noche terminaba lo que me había faltado.

A pesar de lo que sucediera o necesitara hacer, estaba determinada a darle a la Palabra el primer lugar; incluso si eso significaba dejar mis otras ocupaciones pendientes para el siguiente mes. Sin embargo, el Señor tenía reservada una gran sorpresa para mí.

Coloca la Palabra de Dios en primer lugar

El primer día, a las tres de la tarde, ya había terminado mis tareas de la casa — y con bastante tiempo invertido en la Palabra. Los días subsiguientes continué poniéndola en primer lugar. Al cabo de un mes, yo había restaurado por completo cuatro piezas de muebles viejos y usados, había finalizado de planchar la ropa que se había acumulado por semanas, y tenía mi casa en orden. Estaba asombrada. No hubiera logrado todo eso en condiciones normales.

Para ese entonces, Kenneth y yo sabíamos muy poco de cómo vivir por fe. Yo no sabía que la Palabra hace prosperar nuestro camino y que nuestra vida sea exitosa (Josué 1:8).

Yo no sabía que si pones la sabiduría de Dios en primer lugar, ésta te promoverá y exaltará.

No obstante, sin ese conocimiento, experimenté un milagro del Señor. Por fe, puse la Palabra en primer lugar, y el resultado fue que se cumplió en mi vida lo que dice Proverbios 4:7-8.

¡Él va a hacer lo mismo por ti! No importa si eres un ama de casa, un mecánico o un ejecutivo. Si te comprometes a hacer de las Escrituras tu prioridad, prosperarás en todo lo que hagas.

Sin embargo, déjame advertirte algo: nunca podrás sumergirte en la Palabra, si esperas hasta el día que tengas tiempo. Satanás hará todo lo posible para que no lo tengas. Él se opone con firmeza a que tú te alimentes de la Palabra.

Así que aprende a dejar de lado las cosas que no son importantes. Comienza a ubicar a las Escrituras en el primer lugar de tu agenda, y todo lo demás se ajustará a ella. Jesús lo sabía. Por esa razón dijo: «Por lo tanto, busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas» (Mateo 6:33).

Cuida el tiempo que apartas para leer la Palabra, pues Satanás intentará robártelo. Él utilizará cualquier cosa, desde la televisión hasta las actividades en la iglesia para separarte de la sabiduría de Dios.

¿Por qué? Porque sabe que la Palabra te librará de su dominio. Si él logra alejarte de las Escrituras, podrá mantenerte atado y luchando.

Poner la Palabra en primer lugar es algo que deberías hacer continuamente. Cuando te encuentres estancado en los detalles del diario vivir, cuando te encuentres frustrado por los grandes y pequeños fracasos, analiza cuánto tiempo le dedicas en realidad a la Palabra. Te darás cuenta que dejaste la Palabra en un segundo plano, y que dedicaste el tiempo que era específico para las Escrituras en otras actividades.

Marta o María

Eso fue lo que le sucedió a Marta. El mismo Jesús estaba en la sala de su casa enseñando la Palabra. Sin embargo, ella pensó que no tendría tiempo para escuchar, pues estaba muy ocupada cocinándole al Señor. Estoy segura que a ella le pareció correcto ocuparse de la preparación de la comida; después de todo, Jesús y Sus discípulos estaban en su casa. Leamos el pasaje bíblico en Lucas 10:38-42:

«Mientras Jesús iba de camino, entró en una aldea, y una mujer llamada Marta, lo hospedó en su casa. Marta tenía una hermana que se llamaba María, la cual se sentó a los pies de Jesús para escuchar lo que él decía. Pero Marta, que estaba ocupada con muchos quehaceres, se acercó a Jesús y le dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje trabajar sola? ¡Dile que me ayude!»  Jesús le respondió: «Marta, Marta, estás preocupada y aturdida con muchas cosas.  Pero una sola cosa es necesaria. María ha escogido la mejor parte, y nadie se la quitará».

Me imagino a Marta guisando en la cocina, golpeando las cacerolas, y compadeciéndose de sí misma. Quería que Jesús reprendiera a María; no obstante, el Maestro se agradó al ver que ella puso la Palabra en primer lugar.

Marta también pudo estar a los pies del Maestro si se le hubiera ocurrido. Jesús había alimentado a miles de personas con unos cuantos panes y peces; Él también habría preparado fácilmente un banquete para todos los que estaban en ese lugar.

A lo mejor pienses: “¡Qué gran oportunidad la que desperdició Marta!  Yo nunca lo hubiera hecho”. Pero, cada vez que permites que otras cosas tomen el tiempo que deberías invertir en la Palabra, estás desaprovechando la oportunidad de sentarte a los pies del Maestro, al igual que Marta.

Además de planificar tu horario ajustándolo al tiempo de la Palabra, existe una segunda forma de darle prioridad en tu vida — ¡actuar conforme a ella! Sólo adquirir conocimiento de las Escrituras no es suficiente. Debes ponerlo por obra para que pueda dar resultado. Yo podría sentarme toda una noche y estudiar cómo encender la luz, pero si yo no aplico ese conocimiento al levantarme y activar el interruptor, pasaría toda la noche en la oscuridad.

La Palabra funciona de la misma manera, así que tan pronto aprendas algo, ponlo en práctica.

Luego, mientras veas cómo la sabiduría de la Palabra produce resultados en tu vida, comenzarás a estimar y a valorar la sabiduría más que cualquier otra cosa que pudieras desear (Proverbios 3:15). Y a medida que pongas la Palabra en primer lugar y la exaltes en tu vida, ésta te promoverá y te exaltará.

Comienza hoy. Invierte tiempo de calidad en las Escrituras. Haz que ésto sea lo más importante en tu agenda,  y  tus actividades diarias serán más fáciles de llevar a cabo. Si aplicas continuamente la sabiduría que aprendes de la Palabra de Dios, te encontrarás a ti mismo triunfando en cada área de tu vida. “Este libro de la ley no se apartará de tu boca, sino que meditarás en él de día y de noche, para que lo guardes, y hagas conforme a todo lo que está escrito en él. Porque sólo así, harás prosperar tu camino, y negociarás sabiamente y tendrás buen éxito” (Josué 1:8, AMP). El éxito te pertenece.

Texto extraído de: Revista LVVC – Edición agosto 2014, página 18