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Sanidad

¡Una confesión de que Jesús es tu sanador!

Confieso con mi boca que Jesús es el Señor. Y ahora también lo confieso como mi Sanador. Lo hago el Señor de mi vida. Creo en mi corazón que Dios lo resucitó de los muertos. Y desde este momento, mi cuerpo es salvo, sano, pleno y libre. Jesús, Tú eres mi Sanador. Te recibo hoy como mi Sanador. Permanezco firme a partir de este día, y estaré en contra de la enfermedad y las dolencias. Las resistiré porque son la obra del diablo. En el nombre de Jesús. Amén.

Ahora, aprende a resistir la enfermedad y las dolencias, al igual que resistes la tentación de pecar. Y descubrirás que esas enfermedades y las dolencias no podrán acercarse a ti. Y cuando esos síntomas vengan, continúa resistiendo. Ve a la Palabra de Dios, y busca 1 Pedro 2:24. Léeselo a tu cuerpo y al diablo. Y léelo delante del Señor: «Él mismo llevó en su cuerpo nuestros pecados al madero, para que nosotros, muertos ya al pecado, vivamos para la justicia. Por sus heridas fueron ustedes sanados». Declara: Fui sano y soy sano, y no aceptaré la enfermedad en mi cuerpo.