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Finanzas

¿Cuál es la ley del dar y el recibir?

Dios desea derramar Su gloria en una medida más grande que en el pasado, no sólo en nuestros corazones, en nuestras vidas y en nuestros servicios de la iglesia; sino también en nuestras finanzas.

La ley de la siembra y la cosecha por ejemplo, es una fuerza poderosa. El principio de dar gobierna todo en el reino de Dios y es una parte fundamental para alcanzar la prosperidad divina. La fe en la Palabra de Dios, junto a la generosidad, siempre producirá una cosecha abundante. Tu prosperidad dependerá del tiempo que inviertas meditando, estudiando y prestándole atención a la Palabra de Dios en esa área.

¿Estás dispuesto a darle el primer lugar en tu corazón a la Palabra? Cuando te das cuenta de lo que la Palabra de Dios puede hacer y hará, querrás estar sumergido en ella. En Romanos 10:17, dice: «…la fe proviene del oír, y el oír proviene de la palabra de Dios». Entonces, ¿cómo te pones en una posición para recibir? Para recibir debes ser de un solo pensamiento. Y eso significa, en primer lugar y como el punto más importante, que debes buscar a Dios. Debes hacer lo que dice en Mateo 6:33: «…busquen (enfóquense y esfuércense) primeramente el reino de Dios y su justicia (en Su forma de hacer las cosas y ser justo), y todas estas cosas les serán añadidas».

¡La palabra clave en este versículo es: primeramente! No hay nada antes que lo primero. Lo primero hace que todo lo demás encaje en su lugar. ¡No puedes recibir algo por lo que no crees! Por esa razón, sin fe es imposible agradar a Dios. Su deleite es prosperar a sus siervos (Salmos 35:27). Y si no tienes fe, Él no podrá prosperarte. La fe y el recibir, están íntimamente ligados. Así que, cuando buscas a Dios, y haces de Él lo principal en tu vida; comenzarás a recibir.

Para que recibamos lo mejor de parte de Él, debemos ponerlo en primer lugar en nuestra vida. Y una vez que estés viviendo en Su voluntad y llevando a cabo Su plan para tu vida, descubrirás que Él también tiene una vida llena de buenas cosas para ti (1 Timoteo 6:17).